El docente, bajo el enfoque por competencias, debe poner en acción la reflexión y la autorreflexión mediante el análisis, la deliberación, el debate y la interpretación en torno a las estrategias de enseñanza que implementa para orientar el aprendizaje de sus estudiantes. Para ello, debe de revisar continuamente el plan de trabajo, las acciones emprendidas, las necesidades de los estudiantes, la orientación brindada y la mediación de recursos. Así, deja de ser un técnico y aplicador, para convertirse en un profesional autónomo que construye día a día su idoneidad mediante la búsqueda de la excelencia y el desarrollo de sus competencias.
Esta forma de actuar, no solo se conseguirá con capacitaciones, sino a través un continuo aprender haciendo reflexivo, donde se tome conciencia de los logros y de los errores para implementar acciones correctivas en la práctica docente. Ya no estamos en los tiempos donde la racionalidad técnica imperó, sino se adentra en la racionalidad práctica basada en pensar y aprender a partir de -y dentro de- las experiencias vividas en la cotidianidad de la enseñanza. (Schon, 1992)
El docente reflexivo debe:
- Orientar la reflexión con base en la pregunta de cómo estamos enseñando y cómo están aprendiendo nuestros estudiantes.
- Contextualizar la pregunta en determinados acontecimientos específicos de la formación de competencias.
- A partir de lo anterior, debemos construir un sólido conocimiento conceptual, donde se tenga claridad frente a los conceptos, principios y teorías inmersas en los acontecimientos relacionados con la pregunta central que guía la reflexión.
- De lo anterior, el paso que sigue es realizar un registro sistemático de los acontecimientos delimitados y, luego, contrastar y analizar la información (transformación), para sacar conclusiones y realizar juicios sustentados sobre nuestra práctica pedagógica.
De aquí salen nuevos aprendizajes y propósitos para ser implementados con los estudiantes.
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